Vamos ya con el séptimo paso que
yo suelo realizar a la hora de maquillarme y es aplicarme el colorete, aunque
como siempre os digo esto es simplemente una guía y no tenéis por qué seguirla
al pie de la letra. Hay quien primero se maquilla los ojos y luego la piel,
quien deja el colorete para el final, en lugar del labial… ¡Probad como más os
guste a vosotr@s!
El colorete se utiliza para dar
color a los pómulos y hacer que tengamos mejor aspecto, ya que desde hace
siglos existe la creencia de que el color en las mejillas es síntoma de buena
salud. Además, aplicando rubor en esa zona la damos dimensión, de tal manera
que no parece que el rostro quede tan plano tras aplicar la base de maquillaje.
En cuanto a formatos y texturas
podemos encontrar gran variedad también (podéis ir viendo varios en las
imágenes que os muestro en este post). Tenemos coloretes compactos, sueltos, en
stick, líquidos, en crema, mousse, cushion, como tintes de mejillas… Hay donde
elegir, desde luego.
Con cada uno podemos conseguir
diferentes acabados. Por ejemplo, con un colorete en crema normalmente logramos
un aspecto más natural e integrado, como que el color sale de tu propia piel.
Le aporta jugosidad. Y frente a los acabados glow también encontramos los
coloretes mates. Pero también hay coloretes con brillo o con ligeros destellos
de purpurina.
Normalmente se aplican en las
mejillas, encima del contorno (que vimos en el anterior post de la Guía del
maquillaje) y, mejor siempre difuminando el producto hacia arriba y hacia
atrás, es decir, desde las mejillas (dejando un espacio aproximado de dos dedos
desde la nariz) hacia la parte alta de las orejas.
Pero si quieres puedes depositar
producto sólo en las “manzanitas”, únicamente en la parte más prominente de las
mejillas, sin arrastrar el color. Depende de cómo te guste llevar de marcado el
colorete.
Siempre es mejor aplicar poca
cantidad al principio e ir reaplicando capas si quieres más intensidad. Pero si
te pasas de intensidad, algo que es muy fácil que te suceda si usas un colorete
muy pigmentado o de tonalidades potentes, puedes rebajarlo con la misma brocha
que has utilizado para aplicar la base de maquillaje o los polvos para el
rostro (sin nada más de producto, con los restos que hayan quedado).
Las herramientas que se suelen
utilizar son brochas como las que os enseño en las imágenes. Que tengan
bastante pelo pero mejor si el corte es algo escalonado, de tal manera que te
permita difuminar muy bien el producto sobre la piel. Pero también se pueden
usar esponjas tipo “beauty blender” para los coloretes en crema o líquidos, o
incluso ir integrándolos con los propios dedos.
Y colores hay muchísimos también
aunque suelen predominar tonalidades que simulen el sonrojado natural de
nuestra piel: desde rosas, melocotones, rojizos, malvas suaves… Lo ideal es
escoger el color de manera que quede en armonía con el maquillaje de labios y
ojos que lleves.
Esto es todo por hoy, espero que
os haya resultado útil y nos leemos en el próximo paso que será el de los
adorados iluminadores.
Uno de mis imprescindibles. Eso sí, prefiero polvo (aunque también tengo en crema y alguno líquido).
ResponderEliminarBesitos.
Lo los que más uso son los de formato polvo prensado, pero también me gustan los coloretes en crema.
ResponderEliminarBesos!
yo también soy de las que prefiero el colorete en polvo, no me acabo de apañar con los otros formatos
ResponderEliminarSin colorete el rostro queda tan plano... a mi los de polvo son los que más me gustan, aunque alguno en crema también.
ResponderEliminar¡Un besote!